Se denomina
flora o biota intestinal al conjunto de
bacterias que viven en el
intestino, en una relación de
simbiosis tanto de tipo
comensal como de
mutualismo. Este conjunto forma parte de la
microbiota normal. La gran mayoría de estas bacterias no son dañinas para la salud, y muchas son beneficiosas. Se calcula que el ser humano tiene en su interior unas 2.000 especies bacterianas diferentes, de las cuales solamente 100 pueden llegar a ser perjudiciales. Muchas especies animales dependen muy estrechamente de su flora intestinal. Por ejemplo, sin ella, las
vacas no serían capaces de digerir la
celulosa, ni las
termitas de alimentarse de
madera, ya que no son ellas mismas, sino su flora intestinal, las que son capaces de procesar este tipo de alimentos. En el ser humano, la dependencia no es tan radical, pero sí es importante. Ayudan en ocasiones a la
absorción de
nutrientes y forman un
ecosistema complejo que se autorregula y se mantiene en equilibrio. En otras ocasiones son imprescindibles para la síntesis de determinados compuestos, como la
vitamina K y algunas del
complejo B. También tienen efectos colaterales, como la producción de
gases, responsables del olor característico de las
heces. Algunas de ellas pueden causar infecciones de cualquier gravedad. La flora del adulto está influenciada por una serie de factores intrínsecos (
secreciones intestinales) y extrínsecos (envejecimiento,
dieta,
estrés,
antibióticos y alimentos con componentes
prebióticos o con organismos
probióticos).