Un
legado (en
latín,
legatus) era un general del
Ejército romano, equivalente a un moderno oficial general o lugarteniente. Siendo de rango
senatorial, su superior inmediato era el
dux y tenía mayor rango que todos los
tribunos militares. Para mandar un ejército independiente del
dux o gobernador provincial, los legados tenían que tener rango
pretorio o superior; un legado podía ser investido con
imperium propretorio (
legatus pro praetore) por derecho propio. Los legados recibían una parte sustancial del botín del ejército al final de una campaña, lo que hacía de ésta una posición lucrativa, así que a menudo podía atraer incluso a cónsules distinguidos (por ejemplo, el cónsul
Lucio Julio César se ofreció voluntario a finales de la
Guerra de las Galias como legado bajo el mando de su pariente Cayo
Julio César).