En la
Antigua Roma, el título de
Pontifex Maximus (sumo
pontífice) se le otorgaba al principal sacerdote del
colegio de Pontífices, y era el cargo más honorable en la religión romana, al que inicialmente sólo podían aspirar los
Patricios, hasta el
254 a. C., cuando un
plebeyo logró hacerse con el título. En los inicios de la
República Romana el título tenía influencia meramente religiosa, pero fue ganando poder en el ámbito político hasta la época de
Augusto, cuando el emperador lo asoció a la dignidad imperial. El último uso conocido del título por parte de un emperador se encuentra en ciertas inscripciones de
Graciano el Joven, emperador desde el
375 al
383, aunque éste ya decidió omitir el término de su título imperial.