Las
unidades geocronológicas son divisiones de tiempo utilizadas en
geología histórica para formar la
escala temporal geológica. La unidad básica es la
edad, y se agrupan, en orden creciente de duración, en
épocas,
periodos,
eras y
eones. Estas unidades de tiempo, y por tanto intangibles, se corresponden una a una con las
unidades cronoestratigráficas globales (
pisos,
series,
sistemas,
eratemas y
eonotemas, respectivamente), que son la justificación material (el registro geológico, tangible) de los eventos paleobiológicos y geológicos de la
historia de la Tierra, pretenden dividir el total de los cuerpos de roca de la Tierra ordenados según su tiempo de formación, sin solapamientos ni lagunas. Los límites de las unidades cronoestratigráficas (en los que se basan por convenio los de las geocronológicas) se establecen según características y eventos paleobiológicos y geológicos, como los cambios de los grupos de organismos predominantes,
extinciones masivas, cambios climáticos y fases
orogénicas, entre otros. La
datación absoluta —es decir, valores de tiempo concretos en millones de años— de la mayoría de las unidades geocronológicas ha podido hacerse gracias al desarrollo de las
técnicas de datación. Cuando se han podido precisar los límites temporales de una unidad geocronológica en valores absolutos se corresponderá entonces, también por convenio, con una unidad geocronométrica. La disciplina que estudia las unidades geocronológicas es la
Geocronología.