En
1247, el rey
Jaime I de Aragón convocó
Cortes Generales del Reino en
Huesca con la intención de continuar la obra legisladora de la Corona y compilar en un solo documento las normas que habían de regir la actividad privada y la administración de justicia. Los nobles y los representantes de las ciudades, villas y comunidades del reino aprueban entonces los
Fueros de Aragón sobre la base de la obra jurídica previa realizada por el
obispo de Huesca,
Vidal de Canellas que recoge una parte sustancial de los
fueros locales.