La expresión
fundamentalismo islámico se utiliza en
Occidente para describir diferentes corrientes políticas o político religiosas ligadas al
islam, a las que se designa también con otros términos como
integrismo islámico o
islamismo; cuya rama más violenta se denomina
yihadismo (que no necesariamente se vincula con el término
Yihad) y que local o particularmente se asocia, en países occidentales, con movimientos como el
talibán, en interpretaciones rigoristas como el
salafismo, e incluso en
regímenes políticos como la
República islámica (
Irán o
Sudán) o (de un modo a menudo menos recalcado dada su estrecha alianza con los
Estados Unidos, aunque no menos obvio), la monarquía saudí y las del
Golfo Pérsico. Se trata de movimientos con características distintas y a menudo opuestos, pero los términos con que se denomina en occidente a unos u otros tienden a confundirse y a intercambiarse, a lo que ayuda la visualización de elementos como la aplicación de la
ley islámica (
Sharia), la no distinción de los ámbitos civil y religioso o de clero y seglares, la imposición general de las prescripciones religiosas (prohibición de alcohol), el papel e incluso la vestimenta de la mujer (
hiyab,
burka,
mujeres en Irán,
feminismo islámico), el
tratamiento de los homosexuales, escándalos puntuales que afectan a la relación entre Islam y Occidente, como la condena a
Salman Rushdie, el asesinato de
Theo van Gogh, las revueltas por las
caricaturas de Mahoma, los atentados que han tenido como objetivo ciudades occidentales (
11-S de 2001 en Nueva York,
11-M de 2004 en Madrid,
julio de 2005 en Londres y el
atentado en París a Charlie Hebdo en 2015), así como las guerras de
Afganistán e
Iraq.