En la
mitología griega, una
gorgona (en
griego antiguo γοργώ
gorgō o γοργών
gorgōn, "terrible") era un despiadado
monstruo femenino a la vez que una
deidad protectora procedente de los conceptos religiosos más antiguos. Su poder era tan grande que cualquiera que intentase mirarla quedaba
petrificado, por lo que su imagen se ubicaba en todo tipo de lugares, desde
templos a
cráteras de
vino, para propiciar su protección. La gorgona llevaba un
cinturón de
serpientes, entrelazadas como una hebilla y confrontadas entre sí.