La
Inquisición romana, también llamada
Congregación del Santo Oficio, fue creada en
1542 para perseguir el
protestantismo, por el papa
Paulo III. Se trataba de un organismo bastante diferente de la Inquisición medieval, ya que era una congregación permanente de
cardenales y otros
prelados que no dependía del control episcopal. Su ámbito de acción se extendía a toda la
Iglesia católica. Su principal tarea fue desmantelar y atacar a las organizaciones, corrientes de pensamiento y posturas religiosas que socavaran la integridad de la fe católica romana, y examinar y proscribir los libros que se considerasen ofensivos para la ortodoxia.