Aunque su significado religioso ha ido cambiando a lo largo de su historia, en la
Edad Media se refería a un
establecimiento monástico, generalmente poco importante, que estaba bajo la dependencia de una
abadía. Los monjes estaban destinados allí provisionalmente por la Casa Madre y se encargaban de gestionar y enviar las rentas a su abadía. A su vez, los prioratos disponían de iglesias que eran construidas y mantenidas por la Abadía Madre.