El
Tratado del Ebro fue un acuerdo alcanzado en 226 a. C. entre la
República romana y el general
Asdrúbal el Bello, en representación del
Estado púnico, por el que se fijaba el río
Ebro (
latín:
Iber) como el límite entre ambas potencias en la
península ibérica. Bajo los términos del tratado, Cartago no se expandiría al norte del Ebro, siempre y cuando Roma no hiciera lo propio hacia el sur.