Un
arco compuesto es un tipo de
arco utilizado desde la más remota
Antigüedad. Se le llama compuesto porque contrariamente a los arcos monolíticos (fabricados en un solo cuerpo de un solo material, por ejemplo la madera) su cuerpo, palas y empuñadura están compuestos por una sucesión de láminas de diferentes materiales. Tradicionalmente estas láminas estaban encoladas alternativamente unas sobre las otras formando tres capas. Tradicionalmente la lámina central suele ser de
madera (en
Europa y
Mesopotamia) o de
bambú (en
Extremo Oriente). La lámina interior del arco, la que está cara al arquero, suele ser de
hueso o
asta y la lámina exterior suele estar hecha de
tendones. Hoy en día se utilizan otros materiales, como una alternancia de madera y
fibra de carbono o
de vidrio. En los arcos de la
Antigüedad el método más habitual de fabricación consistía en encolar una lámina de asta en el interior del arco, frente al arquero, y una de tendón en el exterior, ambas encerrando una lámina central de madera. Su primer uso registrado fue en la
Batalla de Megido.