Un
corregidor era un funcionario real cuyo oficio comprendía varios ámbitos y emplazamientos, desde el provincial hasta el municipal, su jurisdicción positiva fue el
Corregimiento. Inicialmente se restaura desde las antiguas
magistraturas romanas, como un comisario regio itinerante, similar a un
Justicia mayor del Rey. En el entorno de la
Guerra de Granada las funciones evolucionarán a otras varias ya permanentes: estructurar el gobierno de la
monarquía Hispánica, gestionar el desarrollo económico y administrativo de los municipios, presidir los ayuntamientos, dando validez a sus decisiones, ser
juez en primera o segunda instancia, etc. La figura ya era nombrada unos dos siglos antes de su institución generalizada por
Isabel I de Castilla entre 1480 y 1500.