Corsario (del
latín cursus, «carrera») era el nombre que se concedía a los
marinos que, en virtud del permiso concedido por un gobierno en una
carta de marca o
patente de corso, saboteaban el tráfico mercante de las
naciones enemigas de ese gobierno, generalmente hundiendo sus naves y, en algunas ocasiones, saqueando o raptando.