El
ducado de Cantabria o
provincia de Cantabria fue una región administrativa o militar del
reino visigodo de Toledo, surgida como consecuencia de la anexión de las tierras del norte de
Burgos hasta la costa cantábrica por el rey
Leovigildo, completada hacia 581. Las evidencias documentales disponibles, como el acta conciliar del XIII concilio de Toledo, o los apuntes del
Anónimo de Rávena, a pesar de ser unos indicios claros de la existencia de este ducado, no son pruebas irrebatibles, y frente a los historiadores que mantienen la legitimidad de esta división, otros sostienen que la dignidad de
dux conferida a Pedro de Cantabria era más honorífica que material. Sus límites hipotéticos siguen sin estar del todo claros hoy en día. Para
Martínez Diez, sus límites aproximados estaban fijados en el norte por la costa cantábrica, desde la
Aquitania pirenaica a la bahía de
Santander; desde aquí, y en dirección sur-sureste remontaban el valle del
Pas hasta la confluencia con el
Luena, y seguían hasta el
puerto del Escudo, y desde aquí a
Aguilar de Campoo; continuaban por el cauce del alto
Pisuerga hasta las proximidades de
Peña Amaya, donde se estableció la capital; continuaban en dirección este-sureste hasta
Burgos para seguir las estribaciones de la
sierra de la Demanda hasta
Ágreda y dirigirse al norte-noreste, pasando por
Sangüesa hasta los
Pirineos. Para
González Echegaray, el ducado de Cantabria debía englobar los territorios de los antiguos cántabros, incidiendo en el hecho de que las fuentes clásicas mencionan el
monte Hijedo, en la actual
comunidad autónoma de
Cantabria, como parte de esta provincia. De igual manera, Pereda de la Reguera considera que la extensión del Ducado no sólo incluiría el territorio de los cántabros, sino un área mucho más amplia que se adentra hasta la Rioja, no viendo lógico además que el nombre de Cantabria o la presencia de cántabros pudiera flotar sobre un territorio durante una época concreta.