Actualmente, el término
féretro puede considerarse sinónimo de
ataúd. Antiguamente, el féretro era el nombre que los antiguos daban a la léctica y la sandápila, especie de andas o
camillas de que se servían para conducir a los muertos al lugar de
sepultura, es decir, al
cementerio o
camposanto. También se llamaba así a una especie de camilla destinada en las
pompas triunfales a contener y llevar todo aquello que podía comunicar mayor realce a la ceremonia, como vasos de oro y plata, imágenes de reyes, etcétera.