En los
manuscritos y
libros ilustrados de la
Edad Media, las
miniaturas, palabra proveniente del
Latín miniare, eran
pinturas o
dibujos de
figuras, incluidas o no en escenas o
composiciones, las cuales, en su caso, representaban diversos temas propios de su etapa histórica, como los temas de carácter
sacro, similares a los que llenaban los vitrales de las catedrales e iglesias en el
arte románico y en el primer arte
gótico. Al final del periodo gótico, ya en el umbral del
Renacimiento o
Edad Moderna, los manuscritos ilustrados se llenan de temas civiles, profanos y galantes, y alcanzan su mayor apogeo con un nivel de calidad excelente y una amplia difusión internacional, principalmente a través de las cortes de la nobleza europea. A partir del siglo XVI, el auge de la
imprenta parece restar protagonismo a este tipo de costosas creaciones. El último gran maestro iluminador fue
Giulio Clovio, a mediados del siglo XVI.