En algunas culturas se consume la
sangre como alimento, a menudo en combinación con
carne. Puede hacerse en
morcillas, como espesante para salsas, en
salazón para épocas de escasez o en una
sopa de sangre. Los
masái de
Tanzania consumen la sangre del ganado directamente del cuello del animal vivo (dejando luego curar la herida) o mezclada con leche. En otras culturas, la sangre es un
alimento tabú.