Desde el punto de vista del
urbanismo y la
planificación territorial, el suelo es el espacio físico objeto de la ordenación del territorio y en virtud de la cual es delimitado, estableciendo las zonas adecuadas y las condiciones que debe cumplir para servir de soporte a los edificios y a las infraestructuras nuevos o existentes o, por el contrario, manteniéndolo preservado de la urbanización. Los fundamentos de dicha delimitación de zonas y establecimiento de condiciones son muy diversos y han sido aplicados a lo largo de la historia de forma muy variable según la ideología de los planificadores. Entre esos fundamentos se encuentran ciencias y disciplinas como la
ecología, la
demografía, la
geografía, la
economía, la
sociología, la
ingeniería civil, la
arquitectura, o el
paisajismo. En la
legislación española se ha clasificado el suelo en tres categorías principales, denominadas suelo urbano, urbanizable (o de reserva urbana) y rústico (o no urbanizable).