Quizá por su importancia en arqueología, el
vaso, como recipiente cerámico contenedor, ha sido aceptado en la terminología alfarera y especialmente en
ceramografía, llegando a sustituir al término tradicional
vasija. El propio
DRAE, tras dar a la voz latina «vasum» su origen etimológico, anota como significado o acepción principal el de
pieza cóncava de diferentes tamaños
capaz de contener algo.